Las contradicciones de López Obrador o el costo de 500 mil votos
El filósofo español José Ortega y Gasset decía que las contradicciones son inmanentes al ser humano. Es lo que le sucede cada rato al presidente Andrés Manuel López Obrador, que vino a San Luis a echar a andar la armadora de autos BMW, que habrá de generar los empleos que el tabasqueño no puede aterrizar. Se cobija en los aportes de una trasnacional que hace carros de 400 millones y paga salarios insuficientes. El mandatario, como su socio, el gobernador Ricardo Gallardo, le apuestan mejor a los programas clientelares que arrojan votos. Además, en su declive lógico y constante, López va a necesitar de los 500 mil votos que dice garantizarle su otrora enemigo. Teme que se le salgan del huacal, las rémoras del Partido del Trabajo y Verde Ecologista, antes lastre del PRI, como ya pasó en Chihuahua. Ya dio muestras que le teme a la alianza del PAN, PRI y PRD, que le dieron un susto con la marcha para defender al Instituto Nacional Electoral. Le puede suceder lo que ya ocurrió con el movimiento cívico del navismo, que al morir su líder, Salvador Nava, las masas se dispersaron. Y es lo mismo que le puede darse si impone como su relevo a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum o cualquiera de sus alfiles. Vino a la entidad a hablar de empleos, salarios y se inmoló con sus esquemas asistencialistas. No le dedicó una línea a la lucha que libran desde hace más de un año, cientos de trabajadores sindicalizados, que no tienen ingresos, les quitaron el acceso al seguro social y son pisoteados sin piedad por su ahora aliado estratégico. Se ha negado sistemático a recibir a su auténtica simpatizante, la aguerrida dirigente sindical, Francisca Reséndiz Lara, que ya hizo varias marchas a palacio nacional, plantones y mítines y su olvidadizo amigo no se atreve a escucharla. En las primeras campañas que hizo López Obrador en San Luis, de los pocos financiadores constantes que tuvo fue Reséndiz, que hizo labores de chufa, repartidora de volantes, le pagaba hoteles y restaurantes y ahora recibe como respuesta la absoluta indiferencia. El presidente, seducido por Gallardo, juntos tomaron una decisión sobre el destino de miles de burócratas: que se encomienden a su suerte. No va a tirar a la basura 500 mil votos, que pueden salvar sus planes transexenales.
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